El Pez Globo by José ÁNgel Ríos

El Pez Globo by José ÁNgel Ríos

autor:José ÁNgel Ríos
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788416366392
editor: Ediciones Labnar
publicado: 2019-10-17T00:00:00+00:00


Capítulo 24

El autobús naranja continuaba su curso sin que nadie se atreviera a detenerlo. Con la rabia como combustible y desprovisto tanto de pasajeros como de redención, aceleraba de lleno hacia su objetivo, sin la más mínima muestra de misericordia. El chirrido de las ruedas, las cadenas oxidadas y la madera carcomida de los asientos le conferían un aura tan negra como el humo que escupía por el tubo de escape.

Villa tiró de la cisterna y arrojó la colilla en la papelera del cuarto de baño. Ni el olor concentrado a lejía le impedía tener la mente puesta en darle caza al Cobra.

Llamó a la puerta y Montero le hizo pasar. Una pizarra con tachones, flechas y fotos colgadas evidenciaba la incipiente obsesión que se estaba apoderando de su compañero. Solo el ruido de fondode los teléfonos conseguía conectarle a la realidad y recordarle que no estaba volviéndose loco. Aunque fuera por un instante.

—¿Alguna noticia del Cobra? —indagó Villa para darle algo de normalidad a la situación.

—Sin novedades —refunfuñó—. Estaba mirando su ficha, por si encontraba algo interesante, pero nada.

—Sabe cubrirse muy bien las espaldas.

—Hay algo que no me cuadra.

Montero apartó varios vasos de plástico que dejaron a la vista una serie de cercos sobre la mesa.

—¿El qué?

—Si está detrás de ese envío, tiene que tener una infraestructura de la hostia. No va a poder meter tanta cantidad sin contar con buenos contactos.

—¿En Aduanas no saben nada?

—Ya sabes, lo de siempre —Montero se quejó, como si hubiera descartado esa opción antes—. Con más datos, nos dan música celestial, pero sin más información, ni con pruebas que incriminen al Cobra con el puerto gallego, magia no hacen.

—Tendremos que encontrar esa pieza.

—Sí, el Cobra es perro viejo, ya lo conocemos. El tráfico en el centro de la ciudad y la periferia los puede controlar, pero si están montando algo gordo, debe tener ayuda. —Se hizo un incómodo silencio—. De fuera o de dentro.

—¿De dentro?

—Maneja mucha información. No sé…

Alguien llamó a la puerta y, de golpe, se interrumpió la conversación.

—Adelante. —Montero observó por detrás de su colega. Villa se ladeó.

—Aquí está el informe del Departamento de Toxicología que me pidió, señor.

—Perfecto, muchas gracias.

La secretaria dejó la carpeta sobre la mesa y salió, ante la mirada de Villa.

—Hoy es nuestro día de paga —dijo Montero, emocionado, mientras leía el dosier—. Coincide con la muestra que la DEA decomisó en un diez por ciento.

—Que coincida no quiere decir que el Cobra esté detrás de esos kilos de nieve que volaron por la Expo. A veces la cortan con otras sustancias para despistar.

—Lo sé, no es suficiente. Podía haberse elaborado en la misma selva de Colombia, pero con esto no podemos procesar al Cobra, por no hablar de que todavía no tenemos ninguna confesión o pruebas.

—Eso te quería decir —apuntó Villa—. Antes me han llamado desde Fiscalía y, si hubiera un soplo de algún narco arrepentido, tienen que esperar durante un plazo antes de comunicarlo a la Policía. Medidas de precaución, dicen los muy capullos. ¿No



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